Estuve observando en el patio de recreo cómo un niño, más espigado que los demás, se subía con facilidad al alféizar de una cristalera. A partir de ese momento la imitación de los más pequeños fue rápida. Una y otra vez hacían grandes esfuerzos por encaramarse al "pódium" y sentarse en él; la altura del alféizar les llegaba a las axilas . Ya empezaron los experimentos: saltando, apoyando un brazo, con el otro, empujando al compañero para ayudarle,...
Al final la mayoría lo conseguía con su propio esfuerzo, pero poniendo un gran empeño.
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